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miércoles, 10 de noviembre de 2010

40. El embrujo de Dulcinea

    Por primera vez, no me apetece hablar sólo de nuestra protagonista. Ella llevaba una vida paralela con una amiga suya, hasta tal punto, que se llamaban hermanas. Salvando algunos detalles, sus vidas eran bastante similares en cuanto a encuentros y desencuentros amorosos.

    Por primera vez también, no encuentro paralelismos con una película, sino con un libro: Don Quijote amaba a Dulcinea y, todo lo que hacía, lo hacía movido por estos sentimientos. Dulcinea era su razón para levantarse, su razón para sacar valor para enfrentarse a los gigantes. La amiga que nos concierne en este capítulo, llamémosla DramaClon, en cierto modo actuaba igual que Don Quijote. Al igual que en el caso de Drama Queen, DramaClon y su Dulcineo vivían bastante lejos. La diferencia radicaba en que este Dulcineo no parecía ser un cabrón (perdón, con lo bonito que me estaba quedando todo…). DramaClon se levantaba y pensaba en él. De camino a la facultad, pensaba en él. En clase, pensaba en él. Volviendo a casa, pensaba en él. Preparaba la comida, comía y él seguía en su cabeza… Y así pasaban los días, esperando el momento de encuentro a través de Internet. Este Dulcineo hacía que DramaClon se levantara con ganas de comerse el mundo, le daba fuerzas para enfrentarse a sus gigantes, sus miedos y demás…

    ‘Basar una relación en ese contacto virtual no puede ser ni sano’, le aconsejó aquella tarde Drama Queen a DramaClon. Tal vez había aprendido la lección y por eso se permitía el lujo de aconsejar a una amiga. Drama Queen había llegado a la conclusión de que las relaciones a distancia son como la relación de Don Quijote y Dulcinea. Y es que, Don Quijote muere de amor al darse cuenta de que Dulcinea no existe, que era producto de su imaginación. Él mismo creó a Dulcinea por ese afán de encontrar a alguien especial. Como caballero, necesitaba una dama a la que dedicar sus victorias, una dama por la que estar dispuesto a perder la vida misma si fuera necesario. Y lo mismo pasa en cierta manera con las relaciones a distancia. Sí, la otra persona existe, está ahí. Pero en realidad es como si no. Con la distancia, sólo hay palabras, y una relación sin hechos, no es relación. No hay nada. No existe. Cuando nos enfrentamos a una relación a distancia, nos vemos en cierto modo “obligados” a crear a esa persona. Y es totalmente normal: no nos bastan las palabras bonitas a través de una ventanita de chat, ni un mensaje bonito… Nos falta lo mejor, que no es otra cosa que el contacto físico. Y lo suplimos por la ilusión. La ilusión de esa persona que debería estar junto a nosotros pero que no lo está. Esa persona que nos hace levantarnos cada mañana, esa persona que nos da fuerzas para enfrentarnos a los gigantes.

    Y como a Drama Queen le había pasado algo similar, decidió dejar a Dulcineo a un lado y centrarse en algún Sancho (sin Panza, a ser posible). Sancho fue siempre fiel a Don Quijote y estuvo siempre con él, a su lado, sin importarle sus locuras. Es más, eran precisamente las locuras de Don Quijote lo que le atraía y lo que le hacía quedarse a su lado.

    Y no tengo nada más que añadir… Espero que la metáfora quede clara.

 

 
 
 
Déjame esta noche soñar contigo. Déjame imaginarme en tus labios los míos. Déjame que me crea que te vuelvo loco. Déjame que yo sea quien te quite la ropa. Déjame que mis manos rocen las tuyas. Déjame que te tome por la cintura. Déjame que te te espere, aunque no vuelvas. Déjame que te deje tenerme pena... Déjame presumir de ti un poquito... Déjame que te coma sólo con los ojos. Con lo que me provocas, yo me conformo... ¡Qué bonito seria jugarse la vida, probar tu veneno!... Déjame esta noche soñar, soñar contigo...



 

martes, 2 de noviembre de 2010

39. Casualidades

    Aquella fría mañana de principios de noviembre lloró. Su antiguo móvil se cayó al suelo y dejó de funcionar. Le habría dado igual de no ser porque aún conservaba SUS mensajes. Aquellos mensajes tan tiernos que él le había mandado. Aquellos mensajes que eran la prueba de que le había dicho cosas que dejaron de ser verdad de un día para otro. Pensó incluso que, en realidad, nunca fueron verdad. Tras unos desesperantes minutos en los que, llorando, intentó devolver a la vida a su antiguo móvil, tiró la toalla. No había nada que hacer. En realidad, ya no leía aquellos mensajes, pero ahí estaban, por si alguna vez le apetecía recordar todas sus mentiras.

    Y entonces recordó "500 días juntos", la película que había visto aquel fin de semana. Primero, le vinieron a la cabeza todos los paralelismos que tenía su vida con aquella película. Siempre los puñeteros paralelismos con las películas. En este caso, sin embargo, se sentía identificada con el protagonista masculino. Tanto a ella como al personaje  de aquella película les ocultaron la verdadera razón de los cambios de actitud, que en ambos casos era la misma: había otra persona. A los dos les habían dicho aquello de 'nada serio' y ambos habían aceptado aquellas condiciones.  A ambos los cambiaron por otras personas y acabaron teniendo algo serio. Sí, aquellos que no querían atarse, acabaron atados y bien atados a otras personas. 'Odio a la gente poco coherente con sus palabras', pensó.

    Sin embargo, aquella película también le dio que pensar. Al final de la película (y sin ánimo de ser ninguna spoiler), nombran a las CASUALIDADES. Y echó la vista atrás. Todas las personas que habían pasado por su vida lo habían hecho por casualidad. Si hubiese nacido en otra ciudad, probablemente aquellos primeros escarceos hubieran sido con otros chicos. Si no hubiese decidido estudiar aquella carrera, no habría conocido a aquel otro. Si no hubiese decidido pasar aquel año en Londres, aquellas historias pasajeras no habrían ocurrido. Si no le hubiese gustado el carnaval, no habría conocido a otros tantos. Y, en consecuencia, no habría ido a Cádiz aquel febrero y no lo habría conocido a él. Todo eran casualidades. Puede que algunos lo llamen destino. Pero ella no creía en eso, y aquella palabra "casualidad" reflejaba más lo que ella sentía. Por eso, también pensó que el hecho de que aquella mañana su antiguo móvil se precipitara al suelo, no fue más que otra casualidad. Tenía que olvidar de verdad, y, ¿qué mejor manera que haciendo desaparecer lo bonito que quedaba de todo aquello? Así, sólo recordaría lo feo, las mentiras, el hecho de que él ahora le decía a otra lo que una vez le escribió a ella...

    También era casualidad haber conocido a aquel otro chico poco antes del momento fatídico en el que le jodieron aquel verano. No tenían por qué haberse conocido allí. Y, sin embargo, se conocieron. Fue casualidad reencontrarse. De aquella manera, pero reencontrarse al fin y al cabo. Casualidad era tener amigos en común sin saberlo. Y casualidad era que aquel maldito móvil se rompiera aquella mañana, en aquella época en la que tenía a este nuevo "él" todo el día en la cabeza. Éso sólo podía significar una cosa: 'olvida lo que te hizo daño y céntrate en lo que parece que se avecina. Puede que te haga daño igualmente. Pero no sería más que otra casualidad..." 







Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un "güisqui" on the rocks... De pronto me vi como un perro de nadie... Me dejó un neceser con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo. Tenían razón mis amantes en eso de que antes la mala era yo. Con una excepción: esta vez, yo quería quererlo querer y él no. Así que se fue. Me dejó el corazónen los huesos... Derrochando la bolsa y la vida, lo fuí, poco a poco, dando por perdido... Dijo "hola" y "adiós". Y el portazo sonó como un signo de interrogación... Porque ya no le importa... Me abandonó como se abandonan los zapatos viejos... Tardé en aprender a olvidarlo diecinueve días y quinientas noches.