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viernes, 3 de diciembre de 2010

41. Volver a empezar

    Había llegado a un punto en el que tenía la sensación de que lo había perdido para siempre. El tiempo cura las heridas, así que, en cierto modo, se había acostumbrado a aquella situación.

    Un día, a mediados de noviembre, todo dio un giro radical. Poco a poco, él iba entrando en acción. Ella comenzó a notar matices que le decían que todo volvía a ser como antes, que la antagonista de esta historia había desaparecido del cuento. Pocos días después, él se lo confirmó... Ya dije una vez que, si el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, la mujer es el único animal que pierde la cuenta de los tropiezos. En este caso, era el segundo tropiezo con aquella piedra. Este 'chico-conoce-chica' que estaban viviendo parecía estar comenzando su segunda parte. Porque ella es así de blanda. No fue capaz de darle puerta, y allí lo tenía, de nuevo, todo lo cerca que podían estar a pesar de la distancia geográfica que había entre ellos.

  De pronto, fue como si se le borraran de la mente todos los recuerdos de aquel verano, todas las lágrimas lloradas y todos los malos ratos. Él había vuelto a ella. Y pensó que tropezaría con él una y otra vez. Se había jurado que le juraría odio eterno. Pero no podía.

    Fue como dar uno o dos pasos atrás. Lo bueno, es que ahora iba sobre suelo firme. Ahora estaba preparada para cualquier mal movimiento por su parte. Le había dado su voto de confianza. Otra vez. Sólo dependía de él seguir conservándolo. Porque era la última oportunidad que iba a darle.

    Recordaba el comienzo de aquel fin, cuando por poco tiempo se pudo decir que fueron tres. Tres son multitud. Y sobró ella. Ahora, volvía a estar en ese 'dos' al que ambas partes tenían miedo de poner ningún tipo de etiqueta. Sin etiquetas, mucho mejor... Preferían (volver a) dejarse llevar, a ver a dónde les llevaba todo aquello...

    Pensó en lo que le apetecía, a pesar de todo, volver a besarle. Pero recapacitó. Y por un momento, le dio pánico acordarse de aquel último beso que se dieron. Él había parado su coche en aquella parada de taxi para que ella se bajara. Aprovecharon aquel momento. Parecía que aquel beso no iba a terminarse nunca... Pero un taxista hizo sonar su claxon y los sacó de aquel ensimismamiento. Se miraron a los ojos... y ella supo que ese había sido el último beso que se darían en mucho tiempo. Lo supo. Efectivamente, le daban miedo los últimos besos. Pero estaba dispuesta a pasar por ahí...




...Dos pasitos para atrás. Tres son multitud, vayámonos a las cuatro los dos... Y dice el sabio... que ha escuchado por ahí que para subir al cielo hay que besarte primero. Pero tengo miedo a uno de tus besos. Miedo al último, al que duele, que se va y que ya no vuelve... Te besaría sin mirar a nadie más, sin avisar. Te besaría y nada más, sin pensar en un después, sin timidez... Te besaría de verdad. Ya me cansé de imaginar. Te besaría y mucho más. Un cuartito a media luz, y al encender, te beso (¡una, dos y tres!)... ¡Cómo te besaría!... Cuando diga el sol de amanecer...





¿Cómo borrar del camino las huellas de tu destino? ¿Cómo olvidar lo vivido, dándolo 'tó' por 'perdío'?... Para volver a empezar. Como la mar con la orilla, como la noche y el día, quiero volver a empezar... como si nunca te hubieses ido... Déjame que vuelva a partir de cero... Y bendita locura si tú me quisieses besar, olvidarlo todo y empezar de nuevo...

2 comentarios:

  1. Me he sentido muuuuuuy identificado...cuántos tropiezos he pegado, no los puedo contar con los dedos de las dos manos...pero que bonito son todos los tropiezos mientras duran =)

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  2. =)

    gracias por tu apoyo!!

    y a ver si dejamos de tropezar!

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