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martes, 21 de septiembre de 2010

33. Cama vacía

    Sería ridículo decir que llevaba toda la vida buscando a esa persona especial, porque toda la vida es demasiado. Pero digamos que sí era verdad que por lo menos desde la adolescencia. A punto de cumplir los veinticinco, llegó a la conclusión de que aquello era demasiado complicado. Nadie te avisa antes de embarcarte en esa búsqueda. Y una vez que empiezas, ya no puedes volver atrás. Y ya que es así, por lo menos podíamos venir provistos de un manual de uso. Con los años había fracasado tanto en estos intentos que dejó de buscar a su príncipe azul (vaya que destiña)... ¡¡Con la de colores neutros que hay!! (Walt Disney, le culpamos a usted de todo)

    Se juró que nunca más se fijaría en el típico niño mono con cara de no haber roto un plato en la vida... Había comprobado que eran los peores... Y sobre todo, se los buscaría mucho mayores que ella. Ah, no, que también le habían salido rana... Se estaba empezando a agobiar... ¿Es que ninguno valía la pena o qué?

    Pero cuando se paró a pensar sobre su situación, se dio cuenta de que, a pesar de los malos ratos vividos aquel verano, estaba muy a gusto, muy tranquila en ese terreno... A veces, mejor sola que mal acompañada. Y pensó que quería estar así, durante un tiempo indefinido.









Siempre estuve en busca del amor, ese complejo sentimiento que vivimos por momentos. Poco a poco ya te haces mayor, van fracasando los intentos, dejas de creer en cuentos... Eres joven, llamas la atención. Luego aprendes con el tiempo que sólo importa lo de dentro. No sé si se me pasó el arroz... Tengo la cama vacía de sentimientos, y no las pienso llenar por el momento. Tengo un millón de manías... y ya no pienso cambiar por ti.

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