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miércoles, 4 de agosto de 2010

07. Türkiye, seni seviyorum

    Los recogió un microbús que los llevó al centro de Estambul, a su hotel, cerca de las Murallas del Palacio Topkapi. se refrescaron un poco y salieron a dar un paseo por la zona de Santa Sofía y la Mezquita Azul, a unos quince, veinte minutos del hotel.

    Fue en aquella explanada donde un chico turco quiso cambiar camellos por ella. Al ver que no interesaban los camellos, intentó negociar con alfombras y bolsos de su negocio. Y por un momento pareció que a su madre le interesaba el trato.

    Entraron en la Mezquita Azul, que se le volvió a antojar espectacular. La luna menguante que se apreciaba al lado de uno de los seis minaretes de la mezquita, le pareció una estampa sacada de "Las 1001 Noches". Y la llamada del imán a la oración mientras contemplaba esto, acabó poniéndole el vello de punta. Y su pretendiente turco apareció de nuevo. 'Vaya, además de guapo es simpático. ¿Cuántas alfombras decía que daba a cambio de mí?', pensó.

    Volvieron despacito al hotel, disfrutando de la brisa de la noche de Estambul. Mientras cenaban, llegó el resto del grupo. Y Selo. Sí, ese guía tan guapo de la otra vez. Estaba algo más delgado y llevaba el pelo más corto. Alguna canita que otra en su perilla delataba que aquellos tres años no habían pasado en balde.

    Con los días, recordó lo que le gustaba pasear en el tiempo libre con Selo. Sus charlas siempre aportaban muchos datos interesantes de la sociedad turca.

    Incluso la lluvia (por no decir diluvio) en Estambul tenía su encanto. Pero más encanto tenía que después de la tormenta saliera el sol para hacer de su paseo en barco por el Bósforo, de nuevo, una experiencia única. De todas formas, le encantó ver Estambul nublado, con su tacita de café turco (con sus posos y la tranquilidad que conlleva tomarlo) en la mano.

    También le encantó poder pasear de nuevo por el Bazar de las Especias... Su olor, su bullicio y la gracia de los vendedores era, quizá, lo que más le gustaba de la ciudad.
    Adoraba deambular por Santa Sofía. Después, ya cominendo, comprendió que llevar sus camisetas más "discretas" a Turquía no era suficiente. Hizo una nota mental: 'Pareces nueva, Maribel. Todos los años igual... ¡¡Cómprate camisetas sin escote, que no pasa nada!!'

    Y Turquía se le terminó con un viaje largo hasta la frontera griega. Un viaje en el que sirvieron café, pero que fue algo dificil de tomar a causa de la calidad de aquel tramo de carreteras turcas.

    Que Selo en la despedida le echara mano a las llaves de la maleta que llevaba al cuello (y que reposaban al comienzo de su escote), le pareció el mejor momento del día.


BSO para un viaje a Estambul:

"Dudu" - Tarkan

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