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miércoles, 4 de agosto de 2010

9. Epílogo de un viaje

    El crucero de un día por las islas griegas le había costado quemaduras de primer grado en las piernas. Así que a la mañana siguiente aún le costaba andar (le animaba pensar que después del rojo, viene el tono tostado). De modo que, mientras el resto paseaba por Plaka (otra vez...), ella se dedicó a practicar el deporte nacional griego: sentarse a observar a los transeúntes. 'Mira que son guapos los griegos', pensó.

    Ya en el microbús de camino al aeropuerto, con el aire acondicionado refrescándolos, dio una cabezadita. Se despertó en el "diminuto" aeropuerto de Atenas (sí, para ser la capital, el aeropuerto le pareció pequeñísimo). Después de tomar algo, y ya en la puerta de embarque, se encontró con Emilio Aragón (con quien tampoco pudo evitar fotografiarse) y con Miliki. Así que en este vuelo llevaría dos amuletos, dos garantías de seguridad.

    Iban muchos asientos vacíos y pudo tumbarse y dormir. Así el viaje se le hacía más corto y pensaba menos en las ganas que tenía de hablar con alguien en concreto. Gracias a esa persona, había comenzado el viaje con una sonrisa de oreja a oreja. Pero desde entonces no tenía noticias de él. Se temía lo peor, pero prefirió seguir engañándose un poquito más...


Pido por tu besos, por tu ingrata sonrisa, por tus bellas caricias. Eres tú mi alegría. Pido que no me falles, que nunca te me vayas y que nunca te olvides... que soy yo quien te espera, que soy yo quien te llora, que soy yo quien te anhela los minutos y horas... Pido por tu ausencia, que me hace extrañarte, que me hace soñarte cuando más me haces falta. Pido por la mañana que a mi lado despiertes, enredado en la cama. ¡Ay, cómo me haces falta!... Me muero por besarte, dormirme en tu boca. Me muero por decirte que el mundo se equivoca...


"Me muero" - La Quinta Estación


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